Una lucha de familia
- El Deporte del Henares
- 7 abr 2020
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 15 abr 2020

Con tan solo 11 años de edad, Lorena, jugadora alevín del Club de Fútbol Sala Femenino San Fernando, recibió la noticia de que sufría leucemia. Fue hace seis meses. Desde entonces, todo cambió. Ahora ella pelea con más fuerza que nunca por volver a hacer lo que más le gusta: jugar al fútbol.
Todo empezó con un simple malestar que parecía un resfriado, un catarro que no cesaba. Sus padres, Raquel y Dani, empezaron a preocuparse porque, lejos de mejorar, Lorena empezaba a dar síntomas de debilidad y fatiga día tras día. Esto también se veía reflejado en la pista, donde Irene, su entrenadora desde que Lorena entró en el club, notaba que esa niña con el `8´ a la espalda, no era la misma de siempre. Le faltaba energía y no era capaz de acabar los entrenamientos con su equipo.
Al cabo de dos semanas sin notar mejoría alguna, decidieron llevarla al médico para hacerle análisis y saber qué le pasaba realmente. Los resultados indicaban la peor de las suertes y el médico no encontraba las palabras para darles la noticia. Fue Lorena la que rompió el silencio de la sala y dijo: “Sé lo que tengo, sé que tengo leucemia, como una compañera de clase”.
Desde ese momento, algo se rompió alrededor de una familia muy querida en el Club de Fútbol Sala Femenino San Fernando, a la que pertenecen desde que su hija mayor, Lidia -16 años-, entró siendo alevín. Siempre con una sonrisa, siempre dispuestos a ayudar, siempre animando desde la grada.
Una de las primeras personas en enterarse de la noticia fue Irene, entrenadora de Lorena: “Cuando me lo contaron sus padres, fue un palo muy duro para todo el cuerpo técnico. También lo fue el tener que decírselo a sus compañeras y al resto de padres. Nos preocupaba cómo podía afectar a nivel psicológico y deportivo. Éramos conscientes de que iba ser un proceso largo e iba a estar mucho tiempo fuera del equipo”, asegura.
El principal objetivo de Irene era que “las niñas no notaran nada negativo, aunque la echaran mucho de menos”. Había que transformar una noticia negativa en un mensaje positivo. Había que volcarse con Lorena y toda su familia, incluida su hermana mayor, Lidia, jugadora del juvenil. Y en este reto mayúsculo es donde el club demostró ser la gran familia que, desde su fundación en el año 2000, ha presumido ser.
“El club está siendo nuestro mayor apoyo. Gracias a todas las visitas que estamos recibiendo diariamente, tanto de jugadoras de su equipo, como del resto de categorías, está siendo todo mucho más sencillo. Había niños en el hospital que estaban solos con sus padres. Mi hermana está muy arropada desde el principio”, explica Lidia, agradecida y emocionada. Ella es pívot, un todoterreno en la pista, una jugadora que, tras más de ocho años en el club, irradia alegría, voluntad y compromiso.
Está pasando por un momento complicado y, aun así, renuncia a alejarse del fútbol: “Es lo que me ayuda a desconectar”, asegura, “lo que más le preocupa a mi hermana es no poder jugar por la enfermedad que tiene”. De hermana a hermana se prometen que “saldrán de esta pesadilla, solo tenemos que ser fuertes”.
Ellas no lo saben, sus padres tampoco, pero desde el momento en el que la noticia empezó a darse a conocer en el Pabellón Municipal de La Huerta, donde entrena el club diariamente, algo se fue rompiendo dentro de cada una de las jugadoras e integrantes del club. Durante las primeras semanas, el ambiente cambió. La concentración no era la misma, los ojos de repente se llenaban de lágrimas, los entrenamientos se interrumpían y la cabeza no estaba en la pista, sino en el Hospital Niño Jesús.
Era difícil asumirlo, pero había que hacerlo. Tocaba reaccionar cuanto antes, no quedaba otra. El presidente del club, Ángel Zapero, se volcó con la causa desde el primer minuto. Tras visitar a Lorena y su familia, tenía claro que “arropar a la familia se había convertido en el objetivo más importante de la temporada”. “No quería que recibieran todo el apoyo solo al principio, sino que buscamos que estuvieran arropados a largo plazo, durante todo el proceso”, añade.
Empezaron a surgir ideas e iniciativas de todo tipo para estar más cerca que nunca de Lorena y su familia: camisetas de apoyo, fotos de cada partido con mensajes de ánimo, lonas personalizadas de los ocho equipos que forman el club para cada partido en casa, dedicatorias de goles… Cualquier gesto, por mínimo que fuera, tenía un valor desproporcionado para ellos. “También estamos grabando los partidos del alevín para que Lorena los pueda ver en su casa o en el hospital y se sienta parte del equipo”, explica el presidente, “queremos que sientan que somos su familia”.
La Familia Naranja se ha volcado desde el principio con la causa y lo seguirá haciendo hasta el final, hasta que Lorena vuelva a tocar balón. Es aquí, en los momentos más difíciles, donde se demuestra la unión y la valía de un grupo humano, de una familia. Lorena, Lidia, Raquel y Dani ganarán el partido más importante de sus vidas. Y entonces, cuando lo hagan, todo el CFS Femenino San Fernando habrá ganado con ellos.

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